Lamin, genio de las aguas –sangre de la tierra–, hija de la ninfa clásica y pariente de la sílfide, la nereida, la hurí y la sirena…, aunque también de la malvada arpía de los tiempos clásicos, encantadora y devoradora de hombres, es otro de esos seres entrañables del reino de la fantasía del que en absoluto podemos prescindir. No es mala pero sí muy especial. A sus fuentes los romanos, y también los antiguos vascos, arrojaron tributos en forma de monedas. A veces bella, sobrecogedora en ocasiones y sensual casi siempre, parece estar ahí, al alcance de la mano del alma, bastando para tocarla, o para ser acariciado por ella, con que tan solo entornemos los párpados… Y es que, como bien dijo el poeta, “las hadas, las bellas hadas, existen mi dulce niña”.
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Lamias, leyendas vascas de hadas
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